Una vez más, gracias a las gestiones de Alicia conseguimos enterarnos a que hora y que compañía nos recogería en el hotel. Pasarían a las 11:55, así que teníamos tiempo para desayunar, cosa que ya he comentado que es de lo más complicado por estos lares. Tomamos un capuchino ( lo más parecido a un café con leche) y un Café caramelo machiatto o algo así, con un muffin de arándanos. ¡Manda huevos!
Pero ya teníamos energía para empezar el día. Primero hay que encontrar el "underground lobby tour". Lo que parece claro es que es bajo tierra, así que todo hacia abajo. Al final un amable guarda de seguridad nos indicó al vernos con cara de despistados. Este hotel es más grande que muchos pueblos que conozco.
El sitio en cuestión es como un intercambiador donde llegan los minibuses de las excursiones. Con puntualidad apareció el nuestro, Papillon Tours.
Luego, en plan turistada total fuimos recogiendo gente por los hoteles hasta que aquello se llenó. Enfilamos por una autopista hasta un pueblecito cercano llamado Boulder donde hay un pequeño aeropuerto dedicado a los Tours por Grand Canyon. Tienen poca imaginación con los nombres porque el Boulder famoso es el de Colorado, cerca de Denver.
En el bus nos encontramos con una pareja de Valencia. Al principio pensamos que podíamos ir juntos, pero resulta que teníamos contratadas cosas distintas. Yo me arrimo a cualquiera que hable español. Estoy traumatizado...
Mientras haces el papeleo del vuelo estas puesto en una baldosa que es una báscula. Ya se lo que pensáis.... Pues no, no saltó la alarma. Aquí se te quitan las ganas de adelgazar. Hay gente gordísima y grandísima. Yo soy delgadito, por lo menos aquí.
Al final embarcamos con una familia australiana, los padres y dos niños de lo más formalitos.
Por aquello de la distribución de pesos, tuvimos una suerte increíble. El piloto a la izquierda, a su derecha Ali y yo en la puerta. Las mejores vistas. Los 4 australianos detrás...
El aparato tenía buena pinta. Parecía nuevo y eso inspira confianza. El piloto, un chico joven pero con menos pelo que yo, nos da una charla de seguridad, en la que pregunta si alguien ha hecho paracaidismo... imaginaos la cara de felicidad de la rubia levantando el dedo.
Nos dieron hasta un salvavidas. Volando por el desierto ya sería mala suerte caer en el Río Colorado, porque no hay ni un charco más.
Nuestro amigo habla con la torre, le da potencia al turboeje y ¡arriba! Era mi primer vuelo en helicóptero y me gustó la sensación. Tomamos altura, pasando por encima de una estación eléctrica llena de cables. Ya os imagináis en que estaba yo pensando...
Tras unos 10 minutos de vuelo aparece ante nosotros la Presa Hoover, que intenta y por ahora consigue, no sin dificultades, retener el agua del tremendo Colorado River. La vista desde el aire es impresionante. El piloto va dando cifras que imagino que serían los datos del Lago Powel que es como llaman al pantano. Sigo sin entender nada.
Vamos avanzando por un lado hasta llegar donde desemboca el Colorado en el pantano. Ahí se ve porque García López de Cárdenas, soldado de la expedición de Coronado, y primer hombre blanco que vió esta maravilla, le puso el nombre. El agua rojiza del río tarda mucho en mezclarse con la de la presa, como el río Negro con el Amazonas aunque por esta vez, a una escala más pequeña.
Al poco llegamos al Gran Cañón. Es impresionante, pero veníamos avisados que al haber visto Dead Horse Point ( ver Fin de Semana en Utah), ya no íbamos a decir ohhh!
Era verdad. Muy chulo, pero sin el factor sorpresa.
Tras sobrevolarlo un rato aterrizamos en el Eagle Point, en plena reserva de los indios navajos, donde está la pasarela Skywalk.
Tras sobrevolarlo un rato aterrizamos en el Eagle Point, en plena reserva de los indios navajos, donde está la pasarela Skywalk.
Lo de la pasarela es tremendo, pero no se sí de bueno o de malo... Primero tienes que dejar cámaras, móviles, mochilas y bolsos en una consigna para que no hagas fotos. Entrar cuesta treinta y tantos dólares por persona, pero ya lo llevábamos incluido. Todos los que lo gestionan son indios navajos. Como éramos españoles nos consiguieron una guía que hablaba como nosotros, aunque más bien poco. Nos colaron a los 6, con el consiguiente cabreo de los que esperaban y un fotógrafo se puso a hacernos fotos como loco. Es de lo que viven.
La pasarela en sí no está mal. Te ponen unos patucos para no estropear el cristal del suelo. Puedes ver la caída de 800m bajo tus pies, pero no da ninguna sensación de vértigo. Es demasiado seguro. Hecho por alemanes. Si lo hubiéramos hecho en España, acojonaría...
Luego viene la turistada de las fotos, eso si, con pantallas táctiles. Un robo (50 pavos precio tour, los demás 65, aunque me parece que las hemos pagado mucho más caras, ja,ja), pero si cogemos las de Port Aventura, ¿cómo no vamos a coger estas? Así ayudamos a los indios, que los pobres están fatal tratados.
Comimos unas galletitas con una botella de agua que nos daban los del tour en una bolsa rosa imposible y vuelta al helicóptero. El regreso, por desgracia se hace por el medio del desierto, y no hay casi nada que ver. Cosas del tráfico aéreo, nos dijo el piloto. Aquello parece el festival de Cuatro Vientos. Lleno de aeronaves por todos lados..
¿A que parece que pilota Alicia?
Volvimos al aeropuerto, felicitamos al piloto por su pericia y volvimos al hotel con otra camioneta repartiendo gente.
La excursión te deja una sensación agridulce. El helicóptero es genial, pero lo demás es poco emocionante...no sé...
Llegamos al Venetian a eso de las 6 pm. Una ducha y ¡de compras si piedad!
Cogimos un taxi de un tio mal encarado que se enfadó cuando no le dimos propina, y nos plantamos en el Premium Outlet Las Vegas North. Mucho nombre, pero igual que Las Rozas Village.
Muchísimas tiendas de todas las marcas. Yo no entiendo mucho de trapitos ni zapatillas, pero aquello de barato no tenía nada. Ali compró unas cosas y nos fuimos en otro taxi a otro centro comercial más cerca del hotel llamado Fashion Show.
Este sí que molaba. Tenía tienda Apple y probamos el iPhone 6. También había tienda Microsoft, pero la más interesante era una que se llamaba ABC y era como un chino de lujo y tenían cerveza Heinneken. Que rica está...
Cargando con todas las bolsas volvimos al hotel y caímos rendidos en los brazos de Morfeo...
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